miércoles, 25 de agosto de 2010

UTOPÍA A MITAD DE LA NADA

CAMINANDO A MITAD DEL DESIERTO ME DI CUENTA DE QUE YA NO HABÍA MÁS QUE HACER…


Lloré sin lágrimas, pensé en ti sin darme cuenta, me derretí en medio del sol pero no pasaba nada, caminaba por inercia, llagas en mis plantas, ni religión ni ciencia, ni lógica ni matemática, ni el amor ni la fe me acompañaban aquel día. No había nada que me pudiera ayudar. Caminaba sobre un mar de arena maldiciendo a lo bendito, recordando a los que me criaron a los que los criaron a ellos, pensando en los libros que leí por no jugar algo aburrido, los errores que cometí porque dejé de ser un niño. Tanta música clásica y tanta música moderna, tantas olas olvidadas en gargantas de sirenas, tanto tiempo que no vi, tantas horas que pasaron, caminaba en el desierto y sonreía de vez en cuando, pues pensaba en que caería y mi alma sería libre, las ropas, el cuerpo la sangre, no atarían mi espíritu al suelo, sería yo un alma libre volando entre el mar y el cielo.

Y entonces entendí que hay fortuna en la desgracia, que el dolor es también gloria, que hay lugares esperando, tonos tenues que me alivian en un parpadeo perdido, que la arena se levanta en el desierto y yo me llevaré conmigo un instante en el que estuve abrazándome al olvido, no hay temor dentro de mí, no siento miedo ni rabia, es de día, es de tarde, debe ser medio día, no es aún de noche, eso lo sé, estoy confundido, la música viene de dentro de mí, la poesía que fue mi vida, una obra de drama y alegrías hoy está llegando a su final, y me siento satisfecho, de las heridas que ocasioné y las que curé, de la gente a la que ayudé y también a la que agradecí por ayudarme. Las canciones que escuché y las que escribí, los libros que presté o pedí prestados, me siento satisfecho de la vida que llevé, de los consejos que di, los que acepté y los que dejé pasar, siempre agradeciendo la intención. Hoy me siento bien, caminando por el desierto…

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