miércoles, 25 de agosto de 2010

No todos los mártires van al paraíso

NO TODOS LOS MÁRTIRES VAN AL PARAÍSO.






-¿Ayer el cielo era más claro, o simplemente era menos oscuro?

-No sabría decirte, hijo- respondió el Sol con la tranquilidad que él acostumbra hablarme.- ¿Porqué querrías saber algo así? No tienes necesidad de complicarte la existencia mientras yo siga brillando y tú sigas viviendo.

-Pero es que no comprendes, no entiendes lo complicado que es mirarte a los ojos y decirte que tu luz no basta ya para todo el cielo.

-Mi luz nunca fue ni será suficiente, mi luz es tan solo mía y no tendría porque satisfacerte a ti ni a nadie más. Tú eres quien no comprende.

-Creí en ti, tantos lo hicimos. Creí que me calentarías aún siendo de noche, creí que cuidarías de mí, que tu luz sería mía y mi vida sería tuya, pero no es así…

-Muchacho, a tu corta edad no entiendes la complejidad de esta tan sencilla vida, crees que todo sucederá de acuerdo a lo que tú deseas o a lo que tú encuentras lógico.

-Pero yo no tengo edad, nunca la tuve, no nací, aunque moriré, no fui joven ni seré viejo… pero moriré, eso seguro.

-Estás muriendo de poco en poco, así como mueren mis esperanzas al verte cada mañana desconsolado, sollozando con el sonido de las guerras y el temor de los niños.

-La gente se esconde, tú lo has visto. En iglesias, en templos, en semitas, en refugios, en recámaras, en sueños y plegarias, pero qué podría hacer Dios ahora que el libre albedrío se ha usado para lo que se ha usado. ¿Por qué la gente es tan malagradecida con el cielo?...

-La gente no cree realmente, es un puñado entre millones el que se salvará, el que está viviendo bajo las normas del cielo, y aquellos vivirán, pero tú no.

-¿Por qué me dices eso?

-Tú no eres más que el campo de batalla, tú siempre has estado desprotegido, es cierto, pero no todos los mártires van al paraíso.- Dijo el Sol mientras me miraba fijamente, casi quería abrazarme, yo lo sé.

-Pero yo soy tan solo un niño pobre, tirado en medio de esta gran avenida regalando a todo el que pase, lo merezca o no, mis mejores pertenencias, yo soy bueno.

-Pero sin alma, sin alma, mi amigo.

-Al igual que tú. –le dije al Sol, mirándolo con rabia, con los ojos del que sabe que está escuchando la verdad, y respondiendo con la misma, con los ojos del que sabe, y por lo mismo no quiere saber.

-Es cierto, y lo sé, pero mi muerte no está tan próxima como la tuya, y dime ahora si has sentido algún tipo de tristeza o cualquier sentimiento al ver tantos rostros estrangulados, sus ojos saliendo de sus órbitas para después hundirse en un rostro tan pálido que primero fue rojo sangre, las venas en el cuello sobresalen en un principio, pero después se esconden junto con todo el peso muerto, el cuerpo de tantos, tan duro, tan frío, el rechinido de sus dientes justo antes de decir adiós, el latir de su corazón, esa taquicardia justo antes de partir, tan sólo para vivir más el último segundo que todos los años anteriores. De “encendido” a “apagado” en un solo parpadeo, seguido por las lágrimas, los gritos de desesperación, las venganzas de sus familiares y amigos. ¿Has sentido algo alguna vez?

-No, ellos nunca sintieron nada por mí, no hay amor ni cariño que corresponder.

-Tu ira es tanta…

-Pero he sentido el dolor, las bombas y los misiles impactando el suelo de todo país, los mares contaminados por la insensatez de tantos, la muerte de los buenos, de los que me quisieron, su muerte a manos de algún desgraciado. Las banderas enterradas en los campos, solo por un poco más de poder, los incendios.

-Y ¿qué hay de los desastres naturales?

-Son castigos, que la humanidad tenía bien merecidos, esto es una guerra, ellos lo han convertido en una guerra.

-Es por eso que no tienes alma, disfruta si es posible, tus últimos tiempos.-me dijo el Sol agachando la cabeza.

Yo morí ese día suavemente, me dejé caer, dejé que el viento me llevará, que los mares decidieran, que la gente asesinara y que la gente lo supiera. Aquel día fue mi último día, y yo, el planeta Tierra desprotegí a todos los que no quisieron mi protección, es verdad, no tengo alma, pero no quisiera tenerla, si sigo aquí después de muerto, solo quiero ser humano y destrozar algún planeta, asesinar, raptar, violar, sufrir por alguien, besar, amar, vivir. Ahora escribo con soplidos en estrellas que consuelan mi frío cuerpo, que se autodestruye poco a poco, ahora pienso en que el Sol tenía razón en cada palabra que dijo, hoy me siento libre, me siento feliz, adiós hombres, mujeres y niños, adiós.

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