jueves, 26 de agosto de 2010

Nadia

NADIA






Ella no era más que una joven volviéndose mujer, así como alguna vez fue una niña metamorfoseándose a una adolescente, o más bien, solamente eso miraban los mortales ojos de los “iguales”, como ella solía llamarles, como ella solía llamarnos, pues según su teoría todos éramos un frasco de ignorancia reposando en la enorme vitrina que es el mundo. Nadia vivía sola desde los dieciséis, ahora tenía ya más de veinte años de edad. Vivía en la casa que hubiera sido de ella tarde o temprano, la casa que fuese de su abuela antes de fallecer, una casa vacía prácticamente. Nadia no cuidaba el aspecto de su ropa, de su cabello o de su hogar, la idea era mantener impecable su idea, ¡Cómo amaba a su idea! Y su idea definitivamente estaba enamorada de ella, romances imaginarios entre el pensamiento de ser mejor y la seguridad de ser diferente.

Cuántos cuentos que le había contado su madre sobre mundos felices, princesas y príncipes, castillos y palacios, pero al mirar por la ventana no había más que un planeta llamado Tierra, ese planeta sucio y descuidad. Ella lo quería cambiar, realmente quería que el mundo fuese distinto, pero ¿Qué hacer? ¿Por dónde comenzar? Por el principio claro, pero cuando hemos hecho de este sitio una mancha no está muy claro en donde iniciaron los problemas, y es aún más difícil definir en donde terminarán.

La gente la miraba con desprecio a la pobre Nadia, y yo no la veo como pobre, pero más de una vez susurraron los árboles “ahí va la pobre Nadia”, y ella con la seriedad que evitaba las lágrimas al sentirse tan desilusionada de que el traje de aquel hombre valiera más que el alma de aquel joven, y de que aquella niña no fuera a llegar a vieja si pasaba por la adolescencia. La misma historia todos los días, mientras las letras de las canciones de amor iban regándose por detrás de los tacones, tan gastados de esa mujer, todos los días Nadia sabía que nada estaba por cambiar, y mucho menos, por mejorar. Las gotas de lodo llovieron de abajo hacia arriba y le cubrieron las piernas junto con las llantas de esa nave que volaba por el pavimento, a ella nunca le importó lo que sucediera en la calle, a fin de cuentas todos los “iguales” eran ignorantes, no conocían lo que ella conocía, no percibían la verdad como ella lo hacía. Los ojos del cielo no estaban plantados en nuestras calles, en nuestros campos, en nuestro espíritu, y Nadia lo sabía, lo estudió desde antes de cumplir los quince, elaboró esquemas sobre como combatiría cualquier ser humano con algún problema, tenían como opciones: la depresión, la resignación o la reflexión. La depresión llevaba a las lágrimas. Estas horribles creaturas que rasguñan el rostro y hacen al alma sollozar de dolor, la depresión llevaba a las lágrimas, las lágrimas provocaban que el corazón también llorase, alterándose, sin consuelo alguno, porque no hay nadie que hable el idioma del corazón, ni el del tiempo o el lenguaje del amor, pero el amor no podía existir en aquella depresión, así que lo preocupante era que estas lágrimas guiaban al hombre o mujer que las despedía a simplemente estar mal, al estar mal el triste llegaría a tocar fondo, y la depresión, según los estudios de Nadia no terminaba siendo más que un laberinto interminable, un pozo eterno, un perpetuo llorar, un caer tras caídas y tropiezos que llevaban a caer cada vez más profundo.

La resignación en cambio tornaba cualquier rostro en un rostro serio y en ocasiones petulante, y a decir verdad en ocasiones el rostro es capaz de manipular nuestro interior, uno mismo puede caer en su mentira, y es lo que nadie le creyó, pero ella siempre estuvo segura, lo estudió, y otra cosa que bien que Nadia sabía era que el estudio era infalible, el estudiar por gusto, por interés, más nunca por obligación. En fin que la resignación, brincaba a la seriedad y la seriedad en búsqueda de una sonrisa encontraba tan solo falsas soluciones y al llegar a estas malas soluciones a la larga llegaría a estar mal, claro después de cruzar el puente de la depresión. Era otro ciclo interminable, el descubrir esto le fascinaba, ella sentía un placer inimaginable al imaginar que sabía o que conocía más que todos los ignorantes, que todos los “iguales” más que cualquiera.

Ahora, la reflexión, la hermosa salida de los problemas, haciendo caso a lo que decía Nadia. El despertar de cada una de tus neuronas, reflexionar, pensar paso por paso, ¿por qué tuviste ese problema? ¿Qué te afectaba? ¿Por qué era tan grande si era tan pequeño? Quizá eras tú el problema, y muy dentro de ti lo sabías, pero primero, antes que otra cosa, reflexionarlo, entender quién o qué era dueño y quién o qué era esclavo del problema, porque en el mejor, o yo qué sé si en el peor de los casos ni siquiera existía algo digno de llamarse “problema”. Reflexiona, entiende, así funcionaría, de la reflexión se escalaba al entendimiento, al entender el problema con los porqués, los peros y los sí y los no, al entender la complejidad de un problema podrías ser capaz de hallar la solución, del entendimiento a la solución, pero este paso era difícil, la solución podría ser cualquiera. Disfrazarse y huir, pedir disculpas, asesinar, suicidarse. Una solución podía ser tan sencilla como una taza de café con dos terrones de azúcar o tan complicada como un viaje al fondo del mar en busca de los dos terrones. Y ahí era en donde, según Nadia se había perdido el mundo, los niños, los jóvenes, los adultos, los viejos, las ricas, los pobres, las dueñas y las empleadas. Todos estaban encarcelados en el deseo de solucionar los problemas, pero para salir de la jaula necesitaban la llave, y la llave estaba resguardada por una bestia con varios ojos y varios cuernos a la que alguien nombró “Miedo”. Y era prácticamente imposible vencerle, el paso después de la solución era largo, pero llevaba al tesoro más grande del mundo, llevaba a la felicidad.

Nadia podría ser tan diferente como fuera del resto de la gente, pero todos, absolutamente buscamos la felicidad, y ella también lo hacía, la fórmula para ser feliz era aquello que le había impulsado a estos estudios, más la decepción la había mantenido ya más de dos años adherida a la viscosidad de la rutina, perdida en aquel pantano de salir cada tarde a caminar, darse de vez en vez una caminata por el parque de la colonia, visitar la cafetería de enfrente del quiosco y regresar a lo de ella. Dejarse caer en el colchón, que estaba ya todo lleno de chipotes, evitar el llanto y evitarlo con más dificultad. Romper a llorar si era jueves o sábado, gritar los lunes o como fuera, cualquier día era miércoles en su semana de siete martes. Cuatro inviernos por año, Sol, luego Luna, seriedad, después tristeza, así de monótono pintaba el universo para Nadia, y los árboles seguían discutiendo a mitad de una partida de póker que si era pobre, que si pobre de la pobre Nadia, o pobre del que la veía… Y ella, tranquila, en su casa sin televisor, sin radio, sin cortinas ni luz, ella seguía esperando que su reflexión acerca de los “iguales” le llevase a algún sitio, a donde fuera, pero encontrar allá la felicidad.

Y aquel domingo que había caído en jueves, jueves 15 para ser más exactos, de enero o de julio, eso sí es imposible de saber, pero martes 13, definitivamente. Aquel día estaba tan cansada de llorar y aguantar las lágrimas toda la noche anterior que cayó rendida, durmió toda la tarde, pero a decir verdad ni siquiera lo notó, despertó ya después de las ocho, ya que la calle estaba oscura, se lavó la cara, se miró al espejo y se miró tan guapa, despeinada y sin bañar en dos días, con la ropa del día anterior y las ojeras hasta el suelo, pero que idea tan bella, esa idea de ser diferente. Esa locura por estar tan cuerda y saber que los locos éramos todos nosotros que nunca la notamos ni le preguntamos por sus pensamientos, tan fundamentados, tan palpables, tan reales como el llanto de los mares antes de gritar que son felices por ser libres. Entre que se caía de sueño otra vez, dormitaba y abría otra vez los ojos salió sin saber la hora a las diez de la noche, poco más tarde o poco más temprano y miró un fragmento de la felicidad, un pedacito del mundo con el que soñaba, una avenida vacía, sin nadie que la molestara, unas cuantas luces arruinando la belleza a lo lejos, pero la tranquilidad, el silencio que se respiraba aquella noche, la luna que sonreía y las estrellas que bailaban, las nubes que habían salido de viaje y el cielo que abrazaba a Nadia con las ganas de darle eso que ella tanto necesitaba, esa solución, porque ella hubiera hecho cualquier cosa para solucionar ese problema que se había tornado en una indiferente depresión, y Nadia lo sabía. Ella solo necesitaba hallar la solución y no tardaría más que un parpadeo en estar feliz, realmente feliz. Y tan tranquila se sintió esa noche mientras caminaba hacia la cafetería, tanta paz, y la tranquilidad es un sentimiento tan próximo a la felicidad…

Se sentó al fondo de la cafetería, pidió un pastel y leche con café para pensar en la noche, y lo vio, vio en aquella banca a aquel hombre con aquel cigarro merodeándole en los labios, ya encendido, y si no hubiese prestado la debida atención, Nadia no hubiera notado que no era un “igual”, era uno de esos que no son mejores o peores, pero no son como todos. Se le acercó al hombre llena de indecisión, con las piernas temblando, encorvando poco a poco la espalada para quedar a la altura del viejo que estaba sentado, ya pasaba del os sesenta, lo notó al acercarse. Antes de que ella pudiera decir algo él interrumpió, y fue una interrupción porque Nadia en serio se estaba esforzando para construir la frase adecuada.

-Buenas noches niña, ¿cómo está el café? ¿Frío? Porque aquí se sirve frío- dijo el viejo con tono bromista, se sonrió levemente y suspiró.

-Pues el café bien, ¿Quién es usted? Se lo pregunto por curiosidad, no soy nadie ni nada, soy… pero dígame quien es.

-Pues yo he de ser alguien porque no creo que usted sude así siempre que le saludan, a menos que casi no la saluden niña, eso pasa, usted sale poco, bien que reconozco a quien es diferente, y no se sienta halagada por lo que digo, que ser diferente no ha sido siempre bueno, ya ve a Jesucristo o a Galilei.- El viejo fumaba con gusto y miraba apenas los ojos de Nadia, que aún después de la aclaración se sentía inmensa por el comentario.

-Buenas noches, hasta luego, disculpe por molestarlo- Nadia se despidió y casi corrió a pagar y después a su casa como se corre de la solución a la felicidad.

No pasó más de una semana antes de que Nadia ya no soportara más el recordar ese cigarro, esa mirada, esas palabras, saber que ese era alguien y no un “igual”, así entre las sábanas a las nueve de la noche pensaba porque eran más grandes las camas que las almohadas, el machismo que el feminismo, la violencia que la paz, porque era ella más triste que las propias lágrimas y porque era aquel viejo tan diferente. Viajó por su cama, que se convirtió en un bosque, y las sombras le invitaban a levantarse ya, pero ella intentaba cerrar los ojos, no le gustaba la curiosidad, y no porque la curiosidad sea mala, pero es algo que todos sufrimos, somos curiosos, somos los que quieren ser testigos, testigos de cualquier cosa que nadie más lo sea, nos hundimos en la necesidad de ser confidentes de un ángel o de un demonio, de un amigo o de un enemigo, pero confidentes, para saber más, para saber nuevo. Y ella no podía ser como todos los “iguales”, pero llegó el momento, ya cerca de las diez en que las sombras la envolvieron entre sábanas y risas sin razón y la empujaron hasta la puerta que daba a la calle, y ella salió a ver lo hermoso de un mundo oscuro, un mundo sin el amor que no conoció, sin los hijos que no tuvo, sin la vida que se perdió tan preocupada por encontrar una solución a un problema que siendo realistas lo más probable es que no fuera un problema; y en ese mundo ciego, sordo, pero lo más maravilloso, en ese mundo mudo bailó con la llovizna que bañaba poco a poco su cara y miró la cafetería, un par de vehículos estacionados frente a ella. Entró, procurando disimular la sonrisa, que según cualquier “igual” no tendría razón de estar dibujada entre esas dos mejillas pálidas por la mala alimentación.

Lo miró, el viejo, sentado, como esperándola, se volvió hacia ella, la miró y con una voz serena pero firme preguntó

-¿Qué quieres?- no con la voz del que pregunta este tipo de cosas al aire, por preguntar, por ver si pescan una trucha en una alberca inflable, sino con la voz del que busca una respuesta, y lo que era más impresionante, con la tranquilidad del que sabe que la obtendrá.

-Quiero otro mundo, uno fuera del que han creado los “iguales”- contestó Nadia como por reflejo.

-Sígueme niña.

Nadia lo siguió confiada, apoyando solo las puntas de los pies en cada paso, como si no pudiera tropezar, como si nada le fuese a pasar por salir de la cafetería con un completo desconocido, pero aún sin conocerlo, sabía algo, no era un “igual”, y eso debía aprovecharlo, así que fue con él, subió al asiento de copiloto en una camioneta verde oscuro un poco mugrosa que esperaba afuera del establecimiento, él la miró, hizo un gesto de alegría confusa y emprendió la marcha hacia cualquier sitio, las primeras horas de camino nadie dijo nada, después él empezó a hablar de sueños, que los sueños de caídas o los de muerte…

-Todos significan algo.

-No creo.

Nadia, aunque confiada, temblaba y se mantenía seria, sin prestar casi atención a lo que decía el viejo, y por supuesto sin reprochar o debatir cualquier cosa que dijera aquel hombre.

-Como tú no me vas a preguntar nada, yo te voy a platicar, algunos me dicen de una forma y otros me dicen de otra, pero como no conozco a nadie, nadie me dirige la palabra, ni nombre ni edad tengo, solo acertijos como este.- Fueron las palabras que le dijo el viejo a Nadia.

Esa grave voz que corría por entre las barbas canosas y la piel áspera de ese hombre era una voz de la que se colgó la última esperanza de Nadia, y ni ella supo porque, pero creyó ir a donde quería ir.

Así siguieron su camino durante muy largo rato, horas y más horas pasaron con escalas en estaciones de gasolina y lugares cualquieras para comprar café, lo que había dicho el viejo que le gustaba de la vida “además de vivir, el café cargado y los cigarros muchos, soy un hombre de pocos gustos pero de muchos placeres”. Contó un par de chistes, Nadia se río de uno como sin querer mientras el viejo se carcajeaba y pasaba de carretera a campo y así intercalaba. Nadia cayó dormida, ya no pudo más con los párpados que parecían de acero, y tras una o dos horas de dormir escuchó que el viejo abría la puerta de a un lado de ella.

-Baja, ya llegamos.- la voz del hombre parecía más seria esta vez, mucho más, y no molesta, pero muy seria.

-¿Dónde estamos?- preguntó Nadia al ver tan solo un suelo de granos color piel o melón y el sol que le quemaba la cara y casi no le dejaba ver.

-En lo que querías, según decías, como el niño que quería ser perro. El niño decía que a los perros los alimentaban cuando querían los sacaban a pasear y de más cosas, tan inconforme estaba que se puso a llorar y a gritarle a su papá que él quería ser perro, el padre, enfurecido lo desnudó y de una bofetada lo tiró en el suelo, le dio carne cruda y lo miró serio diciendo “cuidado con lo que pides”, el niño arrepentido lloró abrazando las rodillas de su padre entre mocos y disculpas.

-Pero…

Nadia se empezó a reír de la nada, a reír y a reír más, entendiendo lo que el viejo estaba a punto de decir.

-Aquí está un mundo que no han corrompido los “iguales”, aquí ni siquiera se han parado, es el desierto, este es el mundo que decías, pero ¿ya te das cuenta que perteneces a donde todos nosotros? Guárdate las risas y la plática para el camino, que te voy a dejar en tu casa y quiero que estés feliz.

-Gracias, pero… no voy para allá, este es el mundo que necesito, yo no pertenezco a donde nadie.

Nadia corrió y corrió hasta quedarse sin fuerza ni aire y se tiró, lista para morir en el abrazo del sol, la arena y la felicidad en el mundo que siempre soñó. L a solución a veces es un poco más complicada que el viaje al fondo del mar.

El viejo subió a su camioneta, emprendió el camino hacia cualquier sitio y dijo para sus adentros las palabras que aún debe recordar Nadia en donde quiera que esté.

- Como tú no me vas a preguntar nada, yo te voy a platicar, algunos me dicen de una forma y otros me dicen de otra, pero como no conozco a nadie, nadie me dirige la palabra, ni nombre ni edad tengo, solo acertijos como este… pero últimamente les ha dado por llamarme “destino”.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Una sorpresa


UNA SORPRESA






¿Puedes dividir a los amigos por categorías como si fueran granos de café?

¿Puedes suicidarte más de doce veces la misma noche?

¿Puedes escribir con tu propia sangre que nunca has sangrado?

¿Puedes realmente mentirte a ti mismo, creerte un buen amigo sin serlo, morir mientras sigues vivo, llorar sin lágrimas y correr sin gravedad?... Yo puedo.



La tarde que te fuiste pude volar, volé por el mundo reflejado en el cristal de aquella copa de licor, ¡Qué licor tan amargo el de aquella tarde! Aquella copa tan solo antecedió a otra, una poco menos amarga, y esa es la magia del alcohol que quema las penas y las vuelve cenizas que se esparcen por nuestras almas disfrazándose de algo que ha perdido importancia. Así cada copa fue más dulce, cada minuto más corto, cada cigarro más negro y cada recuerdo más falso. Así la noche pasaba, pues te fuiste cuando ya era tarde, tarde para dejar algún día de amarte, tarde para comer, pero temprano para dormir. No sé si existió el amor cuando reímos o cuando nos envolvimos entre sábanas y besos, no sé si me amaste o fuiste el amor que imaginó mi verdad, mi propia realidad, pero mi realidad siempre fue payasos, sueños, colores en lo triste y énfasis en lo alegre, y tú siempre fuiste tan futuro que perdimos en el patio de recreo el presente que soñamos. Amé tu piel por el alma que escondía, por los sentimientos que encarcelaba, por el brillo que despedía.



Recuerdo nuestros crímenes, aquel año en que nos robamos enero, o el día en que matamos al Sol, la noche en que corrimos de la Luna y nos escondimos en ese callejón para que no notara que te habías robado un par de estrellas y ahora las usabas como lentes de contacto, cuando nos comimos el desierto y lo esparcimos en las playas, cuando partimos por la mitad el río, tengo aún en la memoria las montañas que derrumbamos en un suspiro y dos besos, siempre fue así muñeca, un suspiro y dos besos.



Matar enero fue tan fácil, todo un mes juntos, que el mes murió cuando dijiste adiós, matar al Sol, basta con no dormir una noche entera y estar inconsciente todo el día siguiente, cansados de tantas caricias y carcajadas y bocadillos improvisados. Comerse el desierto… aquella mañana en que caminamos sin sentido por la tierra en ese pueblo, llegamos a la costa, y nos sentimos tan felices de mirar la inmensidad del mar, de sentir la brisa que corrimos por ahí como niños o como locos llenando de polvo la arena, llenando de nada el todo y haciendo que todo fuera nada comparado con tus labios, partir ríos, derrumbar montañas, eran prácticamente pasatiempos mientras estuviste aquí, pero esa tarde en que te fuiste… se fue tanto de mí en tu boca y tanto de nosotros en tu adiós.



Quiero que recuerdes un día, tan solo un día, las veinticuatro horas de vida que malgastamos antes de tu partida.



-No somos otra tonta historia de amor- dije con la mirada de ilusión de quien no tiene motivos para sentirse con esperanza.

-Que sí lo somos tontito, te digo que eres un niño.



¡Pero qué íbamos a hacer! Si tú hasta te sonreías cuando mis labiecitos temblaban a punto de estallar entre malas palabras y maldiciones al cielo y a mí mismo.



-Te estoy diciendo que te amo, no te hagas la que no oyes.

-Que sí te oigo, pero no te creo, eres un tonto, no sabes ni lo que es el amor.

-A que te lo demuestro, te apuesto lo que quieras a que te lo demuestro.

-Pues te apuesto el resto de mi vida a que de aquí a mañana no me has demostrado nada.

-Pero dime cómo muñeca, un inicio, ¿qué te gusta? O…

-Me gustan las sorpresas, así de grandes como un niño que deja de respirar porque quiere un dulce o como el que dice que se va a matar por alguien y con las lágrimas de los presentes ve llorar a su amada y se desata el cuello para pedirle perdón, pero tú que eres un niño, qué vas a hacer.



Ahí fui yo, con toda la necesidad de presumirte con los amigos del barrio, a escribirte una carta y comprarte unos chocolates, era todavía de mañana, me puse el saco de lino y la pipa en la boca, me perfumé durante largo rato y me di una revisada en el espejo, corrí a buscarte con los chocolates en la mano, y la carta en el bolsillo. Me rechazaste con una mirada que casi me mató el amor, pero me quedaba poco, yo tenía que llegar a cenar a las ocho de la noche o ya no había cena en la casa, eran casi las doce del día y yo necesitando un diablo que me comprara el alma, una lámpara maravillosa, o lo que es lo mismo, una buena idea.



Apostamos el resto de tu vida, no podía perder la apuesta, yo ya era mayor de edad hace un par de años, y tú diciéndome que era un niño, después de años juntos. Desde la escuela secundaria besándonos y explorando lo desconocido. Lo caliente de tus piernas y lo inspirador de tus poesías, tus clases de baile y mis partidos de futbol, después los trabajos, y luego tú que te fuiste. Tan lejos, tan lejos que me olvidaste, y yo esperé entre la necesidad de secar mis lágrimas y el deseo de comerme tus labios, los escándalos de la Maya, que era mi perrita desde siempre, todas las noches que no me dejaban dormir y tu recuerdo que no me dejaba soñar en paz, y tú en otro país. De verdad me creí lo de construir un mundo para nosotros y disfrutarlo juntos. Me pintaba de payaso cada viernes y salía a verte ¿te acuerdas? Te contaba chistes y te mataba de la risa. Y lo de los martes en la mañana, los desayunos, los hot cakes que si no salían chicos salían enormes, tú con tus ensaladas y yo con mis burlas y los dos con nuestros corazoncitos guardados en cartas de amor. Éramos niños todavía, antes de tu viaje, recuerdo tu silueta desnuda que se entrelazaba con mis brazos y el sudor y el olor de la manzanilla bailoteaban por mi recámara casi todos los miércoles que nos escapábamos de la escuela para seguir construyendo nuestro mundo. Y ese día te fuiste, con la sonrisa en la cara y la promesa de no olvidarme. Yo te creí, te esperé, y llegó ese día en que me apostaste el resto de tu vida, y yo como un zapato roto buscando enmendadura caminé unas treinta veces el jardín de los Velasco, y tú en tu sillón esperabas la sorpresa, aunque ya ni me querías, pero tu egolatría se desnudó aquella tarde antes de irte de nuevo, y para siempre.



Me acuerdo como siempre me decías que tú eras una muñeca, sin imperfecciones ni bostezos, que te habían hecho a la medida de la vida que llevabas, sonabas tan seria con estas bromas, que si uno se reía hasta te hubieras enojado. Y te empecé a decir muñeca y me besabas con mayor entusiasmo, tú me decías “payaso”, y yo te decía “muñeca” y el viento decía “¡Qué felicidad!” cuando me tomabas la mano. Me extrañaste cuando estabas lejos, y los dos sabemos eso, aunque tú digas que no. Te escribí unas dos mil cartas, con sus dibujos y sus adornos.



Pensando en todo esto fue que esa tarde me vino la idea, mi primo hacía dibujos permanentes a la vuelta de tu casa y yo que nunca me atreví a tatuarme, fui me fije que no estuviera, y como ya lo había visto trabajar, sabía dónde estaban las cosas y como usarlas, me hice el tatuaje y fui con una máscara a tu casa, no toqué el timbre, entré por la ventana, te vi sola, con los ojos cerrados y esa sonrisita que nunca probé, porque la verdad es que nunca exististe en mi vida, ni antes ni después del viaje, nunca te importaron mis cartas ni mis lágrimas, ni mis gritos por el teléfono. Siempre tan petulante, diciéndome que no era nadie, y yo imaginé que nos robábamos enero. Llegó el momento en el que ya habían sido tantas las noches soñando con que eras mía que me pareció real, pero nunca nos fundimos en la misma cama, por eso caminé lentamente hacia ti, te miré como dormías, ladeé un poco la cabeza te cargué y cuando viste que un hombre enmascarado te llevaba a cualquier sitio comenzaste a gritar, así que te ahorqué hasta que te desmayaste y te traje a la casa caminando, llegamos pasadas ya las nueve de la noche y te llevé al túnel, al que nadie conoce, en donde hoy estoy, sabiendo que nunca corrí contigo de la Luna, ni derrumbamos montañas, eso lo hiciste tú, tú sola, mientras yo esperaba que quisieras estar conmigo. Aquella vez mientras entrábamos al túnel me quité la máscara y creo que en ese instante despertaste poco a poco y miraste el tatuaje, la punta de mi nariz roja, una mancha negra alrededor de mi ojo izquierdo, una sonrisa mal dibujada roja que tropezaba con mis labios y con la flecha debajo de mi ojo derecho. Siempre sería un payaso, tenía tatuada mi realidad. Pero tú, tú tenías que ser una muñeca, así que golpeé cada parte de tu cuerpo, sin tocar jamás las perfectas facciones de tu rostro, tomé aquel cuchillo y lo clavé tres veces en cada una de tus rodillas, te corté todos los dedos de las manos y de los pies y te envolví lo más apretado que pude entre sábanas y manteles, tus sollozos y lágrimas fueron necesarios para cumplir tu sueño, una auténtica muñequita que no podría jamás volver a correr de este enamorado payaso. Gritaste que estaba loco, y fue cuando miré la hora, caíste dormida, como un ángel y ya era tarde, tarde para dejar algún día de amarte, tarde para comer, pero temprano para dormir. Así que me sumergí en el licor llorando, con mi cara de payaso, que estará siempre ahí, esperando a que tú, mi hermosa muñequita despiertes, ya llevo días sin comer, pero es que quiero ver como abres tus ojitos, quiero que me digas si fue suficiente esa sorpresa para ganar la apuesta. Quiero estar contigo el resto de tu vida.

Una taza de té

Una taza de té



Una taza de té, una página en blanco, música ligera, té cargado, manos tiesas, tinta inagotable, todo en este pequeño mundo, en este gran cuarto , este cuarto, el cual evita que yo note en donde empieza y en donde termina, poniendo toda mi atención en esta página, ya no en blanco.

El té, seguro sigue caliente, lo he probado, sí, sigue caliente, o más bien, ahora está en su punto, perfecto, disfruto del té,… otro trago, es buen té, no sé distinguir entre el buen té y el mal té realmente, no sé siquiera si el té se divida en categorías, o si haya té de mejor calidad que otros, solo sé que el que yo estoy bebiendo, es buen té. La temperatura es buena, ocasionando un leve calor en mi frente, sin llegar a ser un malestar. La música se ha detenido, haré que suene un poco más… listo, buena música. Esta vez sé lo que digo, buena música, claro, es solo un punto de vista, pero el té, eso sí que es bueno, no quisiera seguirlo bebiendo porque se va a terminar, gran té, gran música, gran momento.



Nada de qué preocuparse, fuera del problema de la taza de té, ese problema, es tan poco té, en realidad es tan poco. La música no se va a terminar, pondré otro CD y adiós problema, la tinta tampoco se acabará, ni las hojas de papel, pero el té, que me acompaña en este momento, frente a mi página, con letras que tal vez parezcan incoherentes al ser palabras, llenando casi la mitad de la página. El té se va a terminar, y no estoy seguro de que haya más té en casa, las tiendas a esta hora ya cerraron, además no tengo la menor intención de salir de este mundo, estoy enamorado de este momento, realmente, estoy perdidamente enamorado de esta taza de té, sin que piensen que estoy loco, en serio, el aroma, el calor del té llegando a mi bigote cuando apenas inclino la taza de té hacia mis labios, ese sabor, casi me seduce.



Todo perfecto, excepto porque la taza de té ya está llena solo hasta la mitad, es un barbarismo, como pude yo terminar con media taza de ese delicioso té sin prestarle la debida atención, distrayéndome en esta estúpida hoja de papel, de verdad, no entiendo, ahora no puedo dejar de escribir, ni de pensar en el té, la música… diré un secreto; de la música me había olvidado, es tan tranquila, como el viento pasando, es casi imposible notar que la música está ahí, la había olvidado, y como ya dije, desde mi ángulo, parece buena música. Tal vez a algunos no les parezca buena, tal vez les suene muy tranquila, muy sencilla, para lo que están acostumbrados a escuchar, pero si ustedes fueran tan dichosos, como para tener una taza de té, como la que está a mi lado, entonces apreciarían la música, no lo notarían, ya que prestarían mucha más atención a lo que escriben, y por su puesto aún más atención al té, grandioso té.



Vaya momento más placentero el que estoy viviendo… pero que acabo de ver, el té está terminándose, sin darme cuenta, bebí un poco más de esa taza de té, esto ya empieza a preocuparme, el leve y agradable calor en la frente, está siendo contagiado al pecho, ahora volviéndose realmente una enfermedad.



La música aún suena, un poco de blues, todo está bien, todo el aire que se respira aquí es tan tranquilo, todo parece perfecto. Ahora ya nada parece estar bien, tan solo un trago más a esa taza de té y definitivamente voy a estar metido en un problema. La página ya no está en blanco, de hecho esta por llenarse con letras, palabras, renglones.



Mi té se ha terminado y no me di ni cuenta, otra taza de té a mi lado, llena hasta el tope, del mismo té definitivamente, la dama me la ha servido, que amable de su parte, que suerte la mía, ya que solo se levantó de la cama en la cual ya dormía, por un pequeño sonido que interrumpió su sueño, y como siempre tan acomedida, me sirvió otra taza de té, ésta sí que debe estar caliente, voy a dejar que pase un rato, de todos modos, uno de los tragos a la pasada taza de té, fue bastante largo, un desperdicio, no disfruté suficiente, el malestar está disminuyendo en mi frente y en mi pecho. Mis ojos se sienten cansados, mi cuerpo se siente fuerte, pero también cansado, mi mente no sabe que piensa, sigue sin saber cuánto mide este cuarto, y cada vez que escribo algo a cerca de él la curiosidad, las ganas de voltear y mirar a qué distancia están las paredes es algo casi incontrolable, pero no puedo dejar de escribir, la canción que suena no me agrada tanto como la anterior, pero no la cambiaré, lo sé, lo único en lo que pienso ahora es en esta nueva página en blanco, y en mi taza de té, sigue llena, el té aún está muy caliente, apenas lo he probado, la música que ahora suena va un poco más rápido que la anterior, ya no es blues, parece algo electrónico o algo así, sinceramente, tampoco sé demasiado de música, es como con el té, de hecho, quien podría saber bastante acerca de algún tema, saber en serio, creo que nadie, todo son puntos de vista, por ejemplo, quien lea o escuche esto podría pensar que soy solo uno más sin nada más que hacer, que escribir tonterías, a otros les parecerá interesante lo que sucede ahora, si es que lo entienden, a mi me parece interesante, esa taza de té que se terminó, y la que está a mi lado ahora, tan delicioso de principio a fin, tan, tan, simplemente, el ambiente está lleno de ese aroma casi imperceptible del té, aroma tenue, no sabría explicarlo, supongo que ahora el té está un poco menos caliente, así es, un poco menos, casi alcanza la ternura del primer trago de té de la noche, con ese que empecé a escribir, ya no recuerdo por donde comencé… creo que por la página en blanco, la música, las manos tiesas, eso se ha terminado, mis manos ahora se mueven sin ningún problema, todo está perfecto, excepto ese detalle… todo bien, la taza de té casi llena, la tinta no va a terminarse, aunque escribiera durante toda la noche, la tinta no se va a terminar, la música continuará, las páginas se llenarán y habrá otra esperando para que escriba sobre su delicado y blanco cuerpo, yo estaré despierto el tiempo que quiera, pero el té tarde o temprano se va a terminar, entonces voltearé para acabar con mi curiosidad a cerca de que tan amplio es este cuarto, y adiós a la magia, tal vez las paredes me aplasten, o estén tan lejos que no se distingan, o sean enormes y no haya techo (eso tampoco lo he revisado), tal vez haya cosas maravillosas, pero nada más mágico que este momento junto a mi taza de té, ahora sí que está bueno, beber de ese té es orgásmico, es algo increíble, fuera de éste mundo, nunca había experimentado algo parecido, simplemente ese té es perfecto, pero el estrés vuelve, ahora que la temperatura del agua, combinándose con lo que sea que la convierte en té y el poco de azúcar añadida en el fondo de la taza, ahora que todo está bien, el té se va a terminar más rápido, y ésta vez realmente me preocupa. La dama no se levanta dos veces en la misma noche, y mucho menos solo para servirme una taza de té.



No sé en qué momento pasó pero derramé un poco de té en el plato sobre el cual descansa la taza, eso es frustrante. Es un pequeño charco de té, casi invisible, yo lo noté porque ese té y yo somos la atmósfera en este momento, somos uno mismo, y no debí derramar ni un poco de té, seguramente sería el trago más sabroso, y el estúpido de yo lo desperdicié, así sin más, lo derramé.



Qué alivio, de verás, acabo de beber un poco más de té, y está delicioso, ese fue el mejor trago, no creo que lo que derramé lo superaría, de verdad que alivio.



Esta página también se está llenando con palabras sin sentido para el lector… pero el placer ahora es mío y de nadie más, el pequeño placer de escribir, que no es nada comparado con el de beber un poco de ese té, las páginas no se van a terminar nunca, eso la quita emoción, pero ese té es la adrenalina que me tranquiliza tanto en este instante, es la ironía más hermosa que he comprendido en toda mi vida.



La música, sigue, tranquila, a muy bajo volumen, ni por el té quiero que se despierte la dama, sería una falta de respeto, pero la música, ahora que lo pienso está siendo como oxígeno, nadie lo ve, nadie se da cuenta realmente de que está ahí, para todos, pero que pasaría si el oxígeno no estuviera, la respuesta todos la saben, así es, de un segundo a otro ya estoy utilizando otra página, más tinta, mis manos se están cansando, sigo sin saber cómo es el cuarto en el que estoy, y mi taza de té ya está a la mitad una vez más, que frustrante, mi corazón late más rápido, debe ser por el calor, creo que el pasado, fue un trago largo. Delicioso, mejor que un trago de alcohol, mejor que un buen café, y vaya que el café se divide en categorías, hasta donde yo sé, y ya resulta vergonzoso decirlo, pero, tampoco soy un gran conocedor del café. Este té es mejor que cualquier otra cosa que haya pasado por mi garganta con el único propósito de ser eliminada un tiempo después. Creo que mi organismo entenderá y este té no lo va a eliminar, sería una tontería. Otro trago, ahora creo que estoy sudando, estúpido cuerpo, más vale que no esté sudando el té, porque entonces si estaría muy molesto, mis brazos, axilas y frente sudan, creo, aunque no lo sé a ciencia cierta, y no estoy dispuesto a revisarlo, mi espalda está a punto de sudar también, debe ser agua de algún otro momento, no creo que sea el té. Otra cosa ha de ser, el té no.



Y yo sigo aquí escribiendo, creo es por los nervios que no puedo parar, estoy tan nervioso, la dama duerme, la música sigue, es difícil dejar de pensar en que la taza de té está casi vacía, que sería bueno después del té… un cigarro, no, no fumo, un trago, no, alcoholo es lo que menos se me antoja ahora, son las dos opciones que todos buscan después de cualquier cosa, buena o mala, pero no entenderían, esto sí es una desgracia, tal vez comer algo, pero no, no suena bien.



Estoy arrepentido, el té ya no está en su punto, el mejor momento se ha terminado, pero aún es delicioso, y porque lo sé, sí, así es, porque estúpidamente le di otro trago. Tan corto, ya que fue necesario inclinar bastante la taza para lograr beberlo, casi siento miedo, no, no casi, de hecho estoy aterrorizado, no me atrevo a ver la taza, pero ahora sí que lo arruiné todo, no puede ser, que hice, bebí el último trago, es que fue inevitable.



No más té para mí, no esta noche, quizá mañana, no lo sé, me siento tan deprimido, quiero estar solo, vete música, vete hoja de papel, váyanse todos, no los necesito, la taza está vacía, la magia se está terminando.



Qué cuarto tan común, un pasillo por allá, quien sabe a donde dará, no me importa, hay un techo, nada está fuera de su lugar, todo está bien, es decir alrededor, la magia ahora se ha ido por completo, no más té, no más magia, todo normal, tranquilo alrededor, pero dentro de mí, quiero morir, hasta la música suena triste, coincidencia supongo, se acabó el té, no creo tener más, no pienso preparar más. La dama duerme. Todo se acabó. Quiero estar sólo.

No todos los mártires van al paraíso

NO TODOS LOS MÁRTIRES VAN AL PARAÍSO.






-¿Ayer el cielo era más claro, o simplemente era menos oscuro?

-No sabría decirte, hijo- respondió el Sol con la tranquilidad que él acostumbra hablarme.- ¿Porqué querrías saber algo así? No tienes necesidad de complicarte la existencia mientras yo siga brillando y tú sigas viviendo.

-Pero es que no comprendes, no entiendes lo complicado que es mirarte a los ojos y decirte que tu luz no basta ya para todo el cielo.

-Mi luz nunca fue ni será suficiente, mi luz es tan solo mía y no tendría porque satisfacerte a ti ni a nadie más. Tú eres quien no comprende.

-Creí en ti, tantos lo hicimos. Creí que me calentarías aún siendo de noche, creí que cuidarías de mí, que tu luz sería mía y mi vida sería tuya, pero no es así…

-Muchacho, a tu corta edad no entiendes la complejidad de esta tan sencilla vida, crees que todo sucederá de acuerdo a lo que tú deseas o a lo que tú encuentras lógico.

-Pero yo no tengo edad, nunca la tuve, no nací, aunque moriré, no fui joven ni seré viejo… pero moriré, eso seguro.

-Estás muriendo de poco en poco, así como mueren mis esperanzas al verte cada mañana desconsolado, sollozando con el sonido de las guerras y el temor de los niños.

-La gente se esconde, tú lo has visto. En iglesias, en templos, en semitas, en refugios, en recámaras, en sueños y plegarias, pero qué podría hacer Dios ahora que el libre albedrío se ha usado para lo que se ha usado. ¿Por qué la gente es tan malagradecida con el cielo?...

-La gente no cree realmente, es un puñado entre millones el que se salvará, el que está viviendo bajo las normas del cielo, y aquellos vivirán, pero tú no.

-¿Por qué me dices eso?

-Tú no eres más que el campo de batalla, tú siempre has estado desprotegido, es cierto, pero no todos los mártires van al paraíso.- Dijo el Sol mientras me miraba fijamente, casi quería abrazarme, yo lo sé.

-Pero yo soy tan solo un niño pobre, tirado en medio de esta gran avenida regalando a todo el que pase, lo merezca o no, mis mejores pertenencias, yo soy bueno.

-Pero sin alma, sin alma, mi amigo.

-Al igual que tú. –le dije al Sol, mirándolo con rabia, con los ojos del que sabe que está escuchando la verdad, y respondiendo con la misma, con los ojos del que sabe, y por lo mismo no quiere saber.

-Es cierto, y lo sé, pero mi muerte no está tan próxima como la tuya, y dime ahora si has sentido algún tipo de tristeza o cualquier sentimiento al ver tantos rostros estrangulados, sus ojos saliendo de sus órbitas para después hundirse en un rostro tan pálido que primero fue rojo sangre, las venas en el cuello sobresalen en un principio, pero después se esconden junto con todo el peso muerto, el cuerpo de tantos, tan duro, tan frío, el rechinido de sus dientes justo antes de decir adiós, el latir de su corazón, esa taquicardia justo antes de partir, tan sólo para vivir más el último segundo que todos los años anteriores. De “encendido” a “apagado” en un solo parpadeo, seguido por las lágrimas, los gritos de desesperación, las venganzas de sus familiares y amigos. ¿Has sentido algo alguna vez?

-No, ellos nunca sintieron nada por mí, no hay amor ni cariño que corresponder.

-Tu ira es tanta…

-Pero he sentido el dolor, las bombas y los misiles impactando el suelo de todo país, los mares contaminados por la insensatez de tantos, la muerte de los buenos, de los que me quisieron, su muerte a manos de algún desgraciado. Las banderas enterradas en los campos, solo por un poco más de poder, los incendios.

-Y ¿qué hay de los desastres naturales?

-Son castigos, que la humanidad tenía bien merecidos, esto es una guerra, ellos lo han convertido en una guerra.

-Es por eso que no tienes alma, disfruta si es posible, tus últimos tiempos.-me dijo el Sol agachando la cabeza.

Yo morí ese día suavemente, me dejé caer, dejé que el viento me llevará, que los mares decidieran, que la gente asesinara y que la gente lo supiera. Aquel día fue mi último día, y yo, el planeta Tierra desprotegí a todos los que no quisieron mi protección, es verdad, no tengo alma, pero no quisiera tenerla, si sigo aquí después de muerto, solo quiero ser humano y destrozar algún planeta, asesinar, raptar, violar, sufrir por alguien, besar, amar, vivir. Ahora escribo con soplidos en estrellas que consuelan mi frío cuerpo, que se autodestruye poco a poco, ahora pienso en que el Sol tenía razón en cada palabra que dijo, hoy me siento libre, me siento feliz, adiós hombres, mujeres y niños, adiós.

UTOPÍA A MITAD DE LA NADA

CAMINANDO A MITAD DEL DESIERTO ME DI CUENTA DE QUE YA NO HABÍA MÁS QUE HACER…


Lloré sin lágrimas, pensé en ti sin darme cuenta, me derretí en medio del sol pero no pasaba nada, caminaba por inercia, llagas en mis plantas, ni religión ni ciencia, ni lógica ni matemática, ni el amor ni la fe me acompañaban aquel día. No había nada que me pudiera ayudar. Caminaba sobre un mar de arena maldiciendo a lo bendito, recordando a los que me criaron a los que los criaron a ellos, pensando en los libros que leí por no jugar algo aburrido, los errores que cometí porque dejé de ser un niño. Tanta música clásica y tanta música moderna, tantas olas olvidadas en gargantas de sirenas, tanto tiempo que no vi, tantas horas que pasaron, caminaba en el desierto y sonreía de vez en cuando, pues pensaba en que caería y mi alma sería libre, las ropas, el cuerpo la sangre, no atarían mi espíritu al suelo, sería yo un alma libre volando entre el mar y el cielo.

Y entonces entendí que hay fortuna en la desgracia, que el dolor es también gloria, que hay lugares esperando, tonos tenues que me alivian en un parpadeo perdido, que la arena se levanta en el desierto y yo me llevaré conmigo un instante en el que estuve abrazándome al olvido, no hay temor dentro de mí, no siento miedo ni rabia, es de día, es de tarde, debe ser medio día, no es aún de noche, eso lo sé, estoy confundido, la música viene de dentro de mí, la poesía que fue mi vida, una obra de drama y alegrías hoy está llegando a su final, y me siento satisfecho, de las heridas que ocasioné y las que curé, de la gente a la que ayudé y también a la que agradecí por ayudarme. Las canciones que escuché y las que escribí, los libros que presté o pedí prestados, me siento satisfecho de la vida que llevé, de los consejos que di, los que acepté y los que dejé pasar, siempre agradeciendo la intención. Hoy me siento bien, caminando por el desierto…

LAS 2 PUERTAS

LAS 2 PUERTAS






La cama era suave, eso me parece. El clima era templado, de eso estoy seguro, pues la sábana que me cubría me mantenía totalmente cómodo, sin necesidad de abrir la ventana que alcanzaba a ver a penas entre la oscuridad de la noche al fondo del cuarto, esa gran ventana cubierta por la cortina color melón con grabados de floreros y flores, sin necesidad de estirar el brazo para jalar el cobertor doblado en la mecedora que permanecía totalmente quieta a un lado de la cama, la cama era suave, eso me parece.



Por debajo de la puerta de entrada (porque había una puerta de entrada y una de salida en esta habitación) se colaba una fresca corriente de aire que trotaba por mis párpados y mi frente, al ser la única parte de mi cuerpo desprotegida por la sábana. En realidad no era una habitación grande, a mí me parecía demasiado pequeña, e inclusive había mañanas en las que era casi insoportable el deseo de querer salir por la puerta de entrada y después de salir regresar por la puerta de salida, pero eso no era posible, y bien qué lo sabía yo. Desde pequeño con esa inquietud, cómo no la iba a tener, un niño de ocho años en una habitación que no le duraba más de veinte pasos para ir de la puerta de entrada a la de salida, ni más de quince para correr de la cama hacia el baño que está a un lado de la ventana del fondo, como no iba yo a querer saber porque esas reglas estúpidas y sin sentido.



Ya tenía yo suficiente edad para saber de qué se trataba todo esto, pensaba a los quince, a los dieciocho, pero llegaron mis veinte años y simplemente sabía que no podía entrar por la salida, ni mucho menos salir por la entrada.



Pero de lo que les quiero hablar es de la noche de ayer, la cama era suave, estoy prácticamente seguro que era suave, por entre la cortina alcanzaba uno a ver con la suficiente atención un par de estrellas que jugaban a atraparse con la Luna me imagino, pues de vez en vez desaparecían para volver a estar allí cuando las nubes se desplazaban lentamente de izquierda a derecha, y siempre de izquierda a derecha, ¿Por qué no ir de derecha a izquierda? ¿Por qué no salir por la entrada?, este cuarto era tan pequeño la noche de ayer, la noche de ayer en que mis veinte años fueron suficientes para hacerlo, me levanté lanzando la sábana lo más lejos que pude, la tomé en mis manos y la hice una bola, imaginando que fuera papel y que la cama no existiera, que la mecedora no estuviera ahí y que la ventana estuviese abierta, que las nubes reventaran en mil pedazos y que la luna se burlara vulgarmente de las estrellas que llorarían en un rincón por su extinción hace tantos años. Me levanté totalmente decidido, mi mano derecha alcanzó la perilla, mis ojos alcanzaron a leer el claro letrero que decía, “no se permite la salida por esta puerta”. Mi mano izquierda hizo el intento de detener a mi mano derecha por la muñeca, pero mi brazo derecho se rebeló, mis piernas se sintieron débiles, sentí una taquicardia insoportable, una jaqueca que luchaba con mi dolor en el estómago y mis náuseas, pero mis dientes se hicieron aliados de mi mano derecha y mordieron los dedos de la izquierda, pues era tanta la necesidad de salir por la entrada, la sangre corría por la comisura de mis labios, las lágrimas coloreaban mis ojos, y la luna se burlaba vulgarmente de mí, las nubes explotaron, mi mano derecha dio media vuelta a la perilla, el calor fue tanto, el escalofrío aún mayor, la cama desapareció, vi aquella luz a lo lejos, escuché la voz, esa voz que no decía ninguna palabra que yo pudiera entender, mi cuerpo ardía, las convulsiones fueron de menos a más mientras mi cuerpo se arrastraba involuntariamente hacia la parte de afuera, pero claro, por la puerta de entrada, sentí el llanto de los míos, sentí la tristeza, la agonía.
¡Cuánto quería volver a la cama! ¡Cuánto quería volver! ¡Cuánto quería salir por la puerta de salida!...
CARTA DE UN PAYASO AL MUNDO:
Hola, soy un payaso, admirador de ustedes, de todos ustedes que me ven cuando hago malabares, o me escuchan cuando cuento chistes, admiro su manera de reírse fingiendo, admiro la manera en que me ven como si no me tuvieran miedo, casi logran hacerme reír a mí. Son cómicos involuntariamente, nadie les paga ni un centavo por hacer esas muecas o tranquilizar a sus niños que no conocen aún el arte de “no temerle a un payaso”. Quiero decirles unas cuantas cosas, solo para que nos conozcamos mejor entres ustedes y yo, un secreto, no quiero que se lo cuenten a nadie fuera de este mundo, sé que van a aceptar, porque probablemente si salieran de su mundo, lo único que encontrarían serían payasos, y eso sí les daría miedo, ¿o me equivoco?, tantas caras pintadas en un mismo lugar, eso es extraño, sería lo peor que les podrían hacer, a ustedes las personas sin maquillaje. Ninguno de ustedes soportaría ni un minuto rodeado de payasos, solo viéndolos, como esperando a que ustedes hicieran una gracia, solo uno de ustedes con el deber de lograr que decenas, centenas, miles o millones de payasos pasen un buen rato. ¿Suena difícil? HA!! Ustedes, los “sin maquillaje” no tienen idea de lo difícil que es, pero ya les dije que los admiro, admiro su falta de payasidad, son solo humanos, déjenme contarles una pequeña anécdota, me sucedió hace algunos siglos, milenios, semanas, meses, no lo sé pero un día me estaba maquillando, mirándome tan fijamente en el espejo, era algo increíble, pero en el momento que intenté pintar la sonrisa, de oreja a oreja, con pintura roja, la pinté al revés, como una cara bastante enojada, me fijé después y mis cejas estaban unidas apuntando como una flecha hacia abajo, haciendo que mi cara se notará horrible, toda pintada de blanco, con tanta ira, que me asusté hasta yo, tuve que remover toda la pintura, eso sí que es un fastidio, no había empezado a divertir a inútiles como ustedes, cuando mi día ya parecía para tirarlo a la basura. Unos minutos después me dispuse a ponerme ese traje de colores, tan horrible, ese que a ustedes tanto les llama la atención, y, cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta del enorme agujero en la parte que cubre la espalda, un maldito perro, o algún animal lo habrá mordido mientras yo dormía, yo no tengo mascotas, pero en la calle hay miles, y siempre pueden hacer una de esas gracias, que no provocan ni una pequeña sonrisa, como destruir mi horrible traje, no piensen tampoco, que vivo en la calle, es solo que a veces estoy en todas partes. Después los zapatos… ya no me quedaban, demasiado justos para mí, sí esos zapatotes que parecen capaces de aplastar a un maldito troll sin problemas, y los trolls son grandes, grandes y muy molestos, pero no quiero salirme del tema, los zapatos no son tan grandes, así se ven, así los hacemos parecer pero son como cualquier zapato de los que ustedes usan, del 7.5, nada más, creo que calzo del 8 por eso me molestan. Quisiera que reflexionaran,¿¿qué hacen cuando ven a un payaso, lo saludan, lo abrazan, lo miran fijamente y se van, no le prestan atención, lo golpean, se ríen aunque detrás de esa sonrisa tan difícil de pintar el payaso esta rechinando los dientes y tan serio que más parecería un soldado en guerra que un payaso si no fuera por el maquillaje?? ¿Qué hacen? Nosotros los payasos, al ver a un “no payaso” simplemente no hacemos nada, quiero decirle algo que los va a impresionar. NO ES TAN DIFÍCIL. Ver a uno de ustedes y pasar sin hacer gestos ni comentarios, tarea sencilla. Deberían intentarlo ustedes también, porque en las posibilidades de que al soplarle a las velitas de nuestro pastel de cumpleaños, se nos cumpla nuestro deseo a nosotros los payasos, podría ser que algún día, todos nosotros nos disfracemos como queramos, nos vistamos como queramos, con mil colores, y cien pinturas distintas, vayamos en nuestros autos, con esposas e hijos, conduzcamos, trabajemos y haya solo algunos “no payasos” a los que veremos con tanta apatía y miedo… y cuando ese día llegue, ustedes van a sufrir, siendo tan pocos, siendo tan raros, siendo tan no de este mundo. Todo esto podría ser un chiste que yo contara en un espectáculo, pero entonces, nadie reiría, incluso, creo que se sentirían como cucarachas al pensar en lo mal que nos tratan, a cambio de que nosotros los hagamos sonreír unos segundos en sus miserables y putrefactas vidas sin pintura, a veces decido usar sombreros para salir a la calle a trabajar, o para estar en el escenario de un circo QUE GLAMOUR.!! Pero la mayor parte de las veces uso solo mi cara, así como es, blanca, sonrisa roja, ojo con estrella alrededor, otro ojo con mancha y listo, esa es mi cara, así me reconocen, ¡¡HA!! HASTA YO ESTOY RIENDO AHORA a mi ¿reconocerme? ¿A mí? Pero que buen chiste acabo de inventar, y ni siquiera lo intenté, que suerte que nací payaso. Ese chiste sí lo voy a contar, con otros payasos, claro, porque obviamente a ustedes, humanos despintados no les causan gracia los chistes de y para payasos, solo los que con tanto trabajo elaboramos para ustedes, para que nos paguen con sonrisas chuecas, gritos, y nadie que quiera participar en el show. Que vida injusta, la que nos ha tocado a los payasos ¿no? Ya, pensándolo desapasionadamente, hasta les debemos dar lástima, cosa que nunca buscamos, eso lo buscan los mimos, esos que tan mal me caen, los mimos, estorbos en el camino, mimos y trolls, siempre listos para arruinarle el día a un payaso, todo es blanco y negro para los mimos, y todo es sepia para los trolls, que mundo aburrido el de ellos, los trolls queriendo ocasionar miedo y pesadillas en la mente de los pequeños, y solo causando curiosidad, los mimos queriendo dar lástima, y solo ocasionando… esa sensación de “nada” y nosotros los payasos tan solo buscando que todos sonrían, o damos lástima, o damos miedo, que vida injusta. Vida tan cruel, eso lo escuché de uno sin maquillaje, y UFF le conté que el tonto había dicho eso a un par de payasos que encontré, y realmente nos reímos hasta llorar, es tan gracioso, como le parece cruel que lo hayan despedido de su trabajo después de tres día de ausentarse, por ser alcohólico, su familia lo dejó, y tiene el descaro de culpar a Dios entre trago y trago, eso SÍ es gracioso, muy, muy gracioso. Ese fue uno de los mejores chistes de ustedes, decir que la vida es cruel, de hecho tengo la lista de los cinco mejores y más comunes chistes de los “no maquillados” estoy empezando como en el circo, con lo peor, ese de creer que todo es injusto o es culpa de Dios, honorable quinto lugar. El cuarto es una maravilla, ese que dice algo como: “yo soy mejor que él” o que ellos, o que ella, o en ocasiones, para lucirse, que todos, aaaaaaaaaaa esa vanidad, no es por presumirles, pero entre los payasos no la hay, jaja todos somos iguales, payasos al fin, pero los “no payasos” como dicen ser mejores que otros, buena broma, ese sería mejor presidente que aquel, punto de vista muy válido, nada gracioso, pero, YO sería mejor presidente que él, jajaja y yo mejor “no pintado” que tú, retrasado, eso sí es gracioso, hermosa comparación de uno mismo con alguien más, la vanidad, gran broma, la recuerdo y aún sonrío, todos los chistes de pepito, o de abogados, o de animales, todos excepto uno de los crueles, son superados por el número tres y el número dos de los chistes de los “sin maquillaje” número tres: “yo no soy igual que todos” número dos: “por culpa de mis padres y mis traumas soy prostituta, asesino, violador, etc. Etc. Etc.” Jajajajajajajajajaja ¿Por qué seguimos siendo nosotros los payasos dioses del Olimpo, porque si estos tienen tanta gracia?? El tres es parecido al cuatro, o son mejores que todos o son diferentes, pero yo no veo que vuelen o tenga súper poderes, ni mucho menos que sean payasos, entonces, lamento desilusionarlos, son otra cáscara en el basurero con más dinero, tal vez, o con mejores calificaciones, que mala idea que usted no sea el rey del mudo “señor diferente” jajaja de verás que tienen la chispa niños. El número dos, es increíble, ya no culpan a Dios, se atreven a culpar a sus padres, o tíos o a personas, iguales que ustedes, para ser una porquería más apestosa que la porquería que los rodea, son así porque son débiles, triste pero cierto, ustedes tienen la culpa, tal vez también un poco de mala suerte, pero ustedes son culpables, yo nací payaso, tú naciste débil, por eso te prostituyes, o te drogas o le haces daño a inocentes, audaz el truco de engañar a Dios llorando, pero te diré un secreto amigo destruye vidas, Dios no es tan imbécil como tú, para comprar el barato truco de la lástima, de eso ya hablamos, si quieres dar lástima, debiste ser payaso, no tuviste esa suerte, suerte en la próxima vida, deja de culpar a todo aquel que no seas tú, aunque cómo ya dije, SON GRACIOSOS. Más aún cuando ustedes mismos creen que tienen razón, pero grábenselo, ustedes son culpables,¡¡nadie más!!. Ahora, mi chiste cruel, habla de un humano sin brazos, sin piernas, ciego, sordo, jajaja. Buen chiste, supongo, los “no pintados “ríen bastante, pero ese sí que es superado por el número uno de los chistes de ustedes. “VOY A CAMBIAR” jajajajajaja mátenme, porque debe ser doloroso morir de la risa jajajaja, ese sí es chiste, y vaya chiste, “voy a cambiar” sí y yo voy a dejar de ser payaso jajajaja dos palabras: impo sible. Jajajaja chiste de payaso, no tan bueno como los suyos, pero discúlpenme, no nací para tener tanta gracia, inténtelo mil veces, no tendrán éxito pero yo seguiré riendo al ver como con tantas ganas dicen: “voy a cambiar” habrá alguien algún día que no lo diga y cambie, ese no va a ser gracioso, nadie le pondré atención, pero saben que, si lo conocen ténganle envidia, porque ese que cambie y deje de ser drogadicto o alcohólico, ese sí que va a ser diferente, y desde algún ángulo, ese va a ser mejor, no va a tener de que culpar a nadie, porque le irá bien, jajajaja pero mientras ese no llegue, yo me voy a seguir riendo de ustedes y con ustedes en mi mundo de colores jajajaja. Sin nada más que decirles por el momento, gente sin pintura, les agradezco la atención a mi carta. Hasta cualquier día, no los quiero, los admiro. Atte.: payaso